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  • Los tres aspectos se alados del

    2019-06-13

    Los tres aspectos señalados del marco paratextual se encuentran ligados orexin manufacturer las condiciones de producción y de publicación de la novela y allanan el camino de la apropiación y de la subversión textual que realizan sus traductores criollos tras la máscara de la fraternidad de los desterrados. Esta máscara o lugar de enunciación desde el que piensa Chateaubriand a sus personajes en su pasaje por América es el lente que él mismo utiliza para configurarse en el marco de la tercera edición como escritor incomprendido dentro del gobierno napoleónico y es el dispositivo textual que toman los letrados criollos Mier y Rodríguez en Europa para plantear su traducción al castellano. A su vez, este lugar de enunciación estipula una escritura en movimiento continuo, desgarrada del hogar, y habilita cruzamientos entre culturas, costumbres y tradiciones. Así, los cruzamientos entre América y Europa plantean en el tratamiento de Chateaubriand y de sus traductores zonas de contacto literarias, de transculturaciones que cuestionan los límites entre las categorías de lo salvaje y lo civilizado. El argumento de la novela se sostiene en los cruzamientos culturales y en los borramientos de fronteras identitarias que experimentan los personajes centrales (específicamente los personajes masculinos, como es el caso de Chactas y de René) quienes buscan, desean y eligen entretejer su historia de vida con la de una comunidad foránea a la que le están profundamente agradecidos. La búsqueda tanto de Chactas como de René de pertenecer a una comunidad los lleva a encarar un viaje transatlántico que es forzado ya que ambos se presentan como desterrados de sus hogares. Sin embargo, esta movilización transatlántica los transforma en sujetos que exceden las características de viajeros temporales para transformarse en herederos de un mestizaje cultural:
    La escritura literaria de Chateaubriand permite desestructurar y repensar las categorías de lo salvaje y lo civilizado, tan enraizadas y escindidas en el debate que se da en el norte de Europa entre científicos ilustrados que confinan al continente americano a una dependencia cultural para con una monarquía española ya vetusta. Si bien para Chateaubriand la escritura literaria carece de autonomía ya que ejerce el rol de anécdota comprobatoria del ensayo sobre el cristianismo, se destaca la capacidad didáctica y de experimentación cultural que la misma presenta para el autor. Este tipo de narrativa le permite a Chateaubriand plantear diálogos culturales que se plasman en la naturaleza americana y que actúan como monumentos con mayor peso y significación que muchos de los modelos europeos. Dentro de estas inscripciones culturales en el desierto americano que trabaja la novela se destaca el accionar del padre Aubry quien, a modo de enseñanza para la comunidad de labradores que evangelizaba, graba en la corteza de los árboles poemas de Homero y Salomón, así como también los datos de su misión religiosa en América: “Su nombre, su edad, la data de su misión estaban también grabados en una caña de sabana al pie de aquellos árboles. La fragilidad de este último monumento me admiró: ‘El durará todavía más que yo, me respondió el Padre, y tendrá siempre más valor que el poco bien que yo desert biome hecho”’ (472-473). El ejemplo antedicho permite valorar el espacio americano como lugar de cruzamiento de culturas y de construcción de monumentos que se plasman en la naturaleza, y que por ello dan lugar a una nueva concepción de lo bello y de lo sublime como productos del diálogo entre la naturaleza y el arte. Así, Chactas compara el accionar humano frente al accionar de la naturaleza al señalarle a René la supremacía, belleza y fortaleza del puente natural que conecta la morada del padre Aubry con la comunidad de labradores indígenas: Este puente, al igual que las inscripciones del misionero europeo, actúan como uniones imborrables entre América y Europa, monumentos que no se doblegan ni se pierden frente a la violencia humana (sea la impartida por los indígenas enemigos de los natchez o la de los europeos que arrasan con el espacio americano). A su vez, estas construcciones naturales poseen su corolario en el árbol americano, alegoría de la fraternidad de los desterrados, ya que es en él donde los desgraciados viajeros colocan los restos de los infantes fallecidos, e implica la ayuda y el cruce entre culturas y relatos de vida distintos. Frente a este árbol el narrador Chateaubriand ayuda a la hija de Celuta a rendirle homenaje a su hijo fallecido y se pone en contacto con las historias de Chactas y de René. Es interesante rescatar que son los traductores Mier y Rodríguez los que le otorgan el carácter alegórico a este árbol, aunando las distintas “etéreas tumbas de los salvajes” de las que hablaba Chateaubriand en su versión original en una alegoría que revaloriza a la naturaleza americana por sobre los fastuosos mausoleos europeos. Para dotar a este objeto de fuerza alegórica, producto de la subversión del texto original de Chateaubriand, sus traductores americanos recurren a la particular mirada del desterrado europeo sobre este monumento: